OTRAS ALTERNATIVAS
Pues sí, hace tiempo que no escribo nada en mi web, pero no por falta de interés, sino de tiempo. Durante estos meses las montañas han ocupado gran parte de mi agenda. El proyecto www.welovemountains.org me ha atrapado, y ahora que también me he convertido en columnista de Las Provincias en su edición de los miércoles de La Marina, aprovecho para publicar una cosilla en relación a la alternativa para la desestacionalización de nuestra economía comarcal, y es la que sin duda ofrecen las montañas como producto turístico.
Como antesala a FITUR, la Generalitat Valenciana presentó la semana pasada una sesuda campaña de comunicación denominada “vacacionismo”. Es indiscutible que la tradicional propuesta de sol y playa funciona, y por eso se hace obligado invertir en la imagen, enriqueciendo el producto con añadidos culturales, gastronómicos o deportivos. Pero si como reconocen los profesionales, la estacionalización es el handicap del sector, entonces también deberíamos pensar en profundizar con otras alternativas al calendario.
Después de Austria y Suiza, España es uno de los países más montañosos de Europa, y curiosamente Castellón y Alicante ocupan los primeros puestos a nivel provincial, y lo es porque básicamente nuestro territorio es uno de los más abruptos y escarpados de la península.
Los alicantinos sabemos que somos algo más que playa y costa, y nuestras agrestes formas béticas se caracterizan por jóvenes relieves que sufren el azote de intensos vientos, así como por el castigo de una erosión hídrica que esculpe cruelmente el suelo y la roca.
La cadena montañosa de Alicante nos define, y sierras como Alfaro, Mariola, Font Roja, Maigmó, Aitana o Bernia, forman un anillo que protege y alimenta no sólo la franja litoral, sino que esconde en su interior, un secreto en forma de angostos valles, un tesoro de la biosfera con nombres de Vall, como la de Gallinera, Alcalà, Ebo, Laguart y del Pop.
A diferencia de la mayor parte de montañas europeas, en Alicante las empinadas cuestas hay que subirlas en invierno, y no sólo porque contamos con la posibilidad de ascender 50 cumbres que superan los 1000 metros, sino también porque disponemos de montañas litorales como la Serra Gelada, el Penyal d’Ifach, la Granadella o el Montgó, y que nos conducen por auténticos promontorios para los sentidos del caminante.
Malos tiempos para la lírica cantaba el maestro Germán Coppini, y por eso creo que ahora el turismo, o si lo prefieren el vacacionismo, debería contestar a las preguntas básicas del posible visitante, ofreciendo tanto en verano como en invierno, propuestas concretas, coordinadas y accesibles.